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Nunca creí que algo como eso me pasaría…

Nunca creí que algo como eso me pasaría…

Por: María Alejandra Plata –

Fue hace ya 5 años, creo. Había tomado el avión de las 8:00 am con destino a Phoenix (Arizona), para visitar a mis padres que hace rato no les veía y la verdad los viejos ya me estaban empezando a hacer falta. Tenía la maleta lista, en ésta sobraban las faldas y las camisillas, el clima en Arizona pasaba de los 40 grados centígrados, era un horno! Me acordaba de cuando era pequeña, en el barrio sólo había niños, así que me tocó crecer con ellos, pero fue bueno, ahora me considero una mujer fuerte en todos los sentidos, en veranos nos gustaba jugar a pruebas de resistencia: nos pusimos todos a caminar sobre la grava hirviente sin zapatos, se sentía como si caminara sobre las piedras fundidas de un volcán, mi mamá se pasó toda la noche curando las llagas que se me habían formado en los pies, ah!!! aquellos tiempos, me gustaba vivir en el valle del sol, hasta que cumplí la mayoría de edad y salí prácticamente huyendo buscando independencia. Estaba terminando mi segundo semestre de medicina y en las tardes me las arreglaba para ganar algo de plata  cocinando en un restaurante, también contaba con una plata que me mandaban mis padres para gastos necesarios.

El viaje que emprendía era aproximadamente de unas 11 horas, lo primero que hice cuando ingresé al avión fue sacar de mi maleta de mano el ipod y subir el volumen al máximo, definitivamente no me interesaba darme cuenta cuando empezáramos a ascender, debo confesar que le tengo fobia a las alturas, estaba escuchando “can’t smile whithout you” de Barry Manilow cuando mis ojos involuntariamente se cerraron.

Unas personas estaban gritando, debía estar soñando… un puño en mi hombro me saco de mi sueño bruscamente y pronto entendí que no estaba soñando, las personas a mi alrededor gritaban, unos tenían los ojos desorbitados, otros se aferraban fuertemente al asiento, los niños lloraban y la viejita que estaba a mi lado había sacado el rosario. Me arranqué de un jalón los audífonos para así poder escuchar e informarme sobre lo que sucedía; dos personas que estaban atrás de mi asiento comentaban (bueno, casi se gritaban el uno al otro)  que era extraño, muy extraño que el piloto y el copiloto jamás se hubieran comunicado y ¿en donde rayos se encrontaban las azafatas? entré en pánico al escucharlos, de pronto las manos me sudaban y el corazón me latía como nunca, me giré para hablar con los hombres que tenían pinta de ser empresarios.

-Disculpen!!!- les dije con la voz temblorosa, los hombres voltearon a verme casi al mismo tiempo.
-Si?- dijo uno con la voz dos octavas más alta que antes.
-Cuanto tiempo lleva el avión en este estado????- me preocupaba cada vez mas.
-Bueno-dijo el otro hombre simulando estar calmado para darle ejemplo a su compañero- son dos minutos aproximadamente- respondió mirando su reloj de mano.
-Aja y nadie ha ido a ver qué pasa?
-Pues no- y se quedaron callados pensando.

Con qué clase de incompetentes trataba!!!, decidí ir a la cabina y exigir una respuesta, por qué ponían la vida de 54 personas en riesgo? caminé como pude porque los movimientos bruscos del avión hacían que avanzara un paso y retrocediera tres, al llegar a la cabina, pasados muchos segundos descubrí que no había nadie, quería gritar que todos nos tiráramos de esta cosa! donde están los paracaídas?

¿A QUE CLASE DE LOCOS SE LES OCURRE HACER ESTO? Sentía que mi cuerpo empezaba a pesar más de 200 kilos, tenía un cosquilleo en el paladar y me dolía la cabeza, me iba a desmayar, pero antes de que cayera inconsciente en el piso, en el asiento del piloto vi un manual de aviación… quizás lo pudiera mantener estable, pero quien sabe por cuánto tiempo.

Cuando me fije en los controles me di cuenta de que estábamos en piloto automático, pero la razón de la turbulencia no era esta, no tenía por qué, estábamos dando vueltas, el problema era que cada segundo que pasaba la gasolina se agotaba más, no faltaba mucho para que nos estrelláramos sobre cualquier superficie sobre la que estuviéramos.

Grité desde la cabina si alguien sabía algo de aviones, nadie respondió… al parecer  me las iba a tener que arreglar sola, cogí el manual y en la primera hoja estaba escrito con letra grande y elegante “haga lo que él le diga”.. QUÉ? de repentente una de las voces en mi mente que siempre había tratado de callar habló, era  la voz de un niño pequeño que me indicó como quitar el piloto automático y aterrizar el avión, siempre que esa voz hablaba, terminaba haciendo lo que él decía aunque me pidiera cosas que estaban contra mi voluntad, como: perdónalo o dale tu muñeca nueva a esa pequeña niña que no tiene nada… por suerte la superficie sobre la cual estuvimos volando era un aeropuerto.

Al contar esta historia a los paramédicos, reporteros y personas que estaban a mi alrededor terminé en donde estoy ahora, en una habitación blanca y acolchonada con una camisa de fuerza a mi alrededor; pero estoy bien, la voz que me ayudó a salvar a todas esas personas me dijo que tenía un lugar especial en donde nadie sufría jamás, pero me alegró mucho más saber que todas las personas que estaban en ese avión eran pobres de fe, amor, eran pobres de vida, pero ahora son personas que luchan por un mundo mejor.

Aquí conocí a un amigo que se quedo en la época de su niñez y cuando nos dan un poco de tiempo “libre” nos inventamos historias para jugar como en los viejos tiempos, debo decir que es mejor ser una niña a ser un adulto que no cree en la magia y que esta preocupado todo el tiempo por cosas innecesarias, por último siempre hemos tenido el alma de un niño lo que pasa es que la hemos descuidado.

Todavía es un misterio lo que pasó con el piloto, el copiloto y las azafatas.

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